I only belive in god when I´m listening to Charlie Parker
Encuentro en el océano virtual un video de John Coltrane y un comentario al mismo que dice “I only believe in god when I'm listening to coltrane ” La música que nace directamente del alma, de su humedad y su sufrimiento, de su padecer es tan auténtica, tan verdadera, tan dueña de sí misma que abre los poros de los oídos más duros y los ojos de los ciegos más ciegos, la música que nace de la pasión, la que no se puede medir ni programar, la que sólo unos pocos hacen para guiar a unos muchos abre caminos, regiones del ser que las palabras no pueden soñar atrapar.
Abre el baúl del soñar sin palabras, la ebriedad involuntaria de la vida: Sólo creo en Dios, cuando estoy escuchando a Charlie Parker y asomo la cabeza, esta cabeza atormentada por la ventana que permite ver el neblinoso mundo de los que crean y creen, de los artistas, sólo creo en Dios cuando soy Dios. Cuando mi alma de joven incauto se abre a lo posible con las melodías inspiradas de los poetas y los músicos y creo el mundo para vivirlo con la originalidad y la ingenuidad de un niño, de un Dios que juega en la orilla del mundo.
Todavía
Lisboa, 8 de Noviembre de 2007
(publicado en Cuaderno alfacinha)
Otra vida comienza en un teatro nuevo. Calles, plazas y personajes salen a una nueva escena de un recién llegado. Me dispongo a penetrar en el alma portuguesa a través de las callejuelas de Lisboa, de sus gentes y sus sueños, todo ello monumento incuestionable a la Nostalgia. El mundo comienza de nuevo, he vuelto a nacer y a encontrarme desnudo ante lo nuevo, este otro mundo de los otros. Me dispongo a empaparme de toda esta madeja de vida. Acabo de nacer y siento con enorme sensibilidad el roce de todas estas esquinas nuevas. Me abrazo a Fernando para desmenuzar las entrañas de su alma con mis manos y ver dentro de todas ellas el misterio del mundo y de todos los mundos. Ya no se puede volver atrás. Acabo de llegar a otra vida, la vida de los otros, que es también la mía.
Lisboa, 4 de Noviembre de 2007
(publicado en Cuaderno alfacinha)
No hay nada como ver las letras de un escritor. Ellas, a diferencia de las guillotinadoras igualitarias de los libros, dan mucha más información de aquél animal que intentó devorar la cruda realidad, que escribió en un instante dado con toda la pasión desmedida de una vivencia., con toda la fuerza tierna de una palabra enquistada. Sobre las letras aún quedan resto de su soplo vital. Los libros de letras serias ya no pueden decir nada.
(publicado en Cuaderno alfacinha)Fernando Pessoa
Llegó un día, un momento, un preciso instante de un día cualquiera, después de comer, creo, llegó un minuto, decía, en que todos los sesudos filósofos de este y otros mundos se cayeron del caballo. De esos caballos de los que Unamuno llamaba hidalgos de la Razón, caballos que nunca he visto pero supongo fuertes, apolíneos, serenos y tercos... Llegó un día en que todos esos hidalgos que creyeron por varios instantes en la coherencia del vivir y del mundo, cayeron del caballo con más dolor aún que el propio Pablo de Tarso. Llegó un momento en que los yoqueis de todo el mundo, después de comer, aún con la tortilla bailando en sus estómagos se cayeron a la vez del caballo para subirse, una semana más tarde, sin prisa pero sin pausa en el caballito de cartón que habían abandonado de niños.
No saben con quién se la juegan
Bajo la piel áspera de la burocracia se asoma la alegría poética de la espontaneidad. En esa espontaneidad que salta desde dentro de las almas contra lo impuesto reconozco el espíritu ibérico, el español que no se puede ni quiere, ni sabe callar. Caminar fuera de lo establecido en los plazos y los formularios es ser participe de un western, de un crimen planeado contra la formalidad y el papeleo, a medio camino entre la seriedad y la comedia policial.
La burocracia es la más antigua de las mordazas de la libertad, incluyendo la poética. Por eso los poetas nunca pueden asimilar el traje del político porque en este siempre va implícito el almidón de la burocracia, una rigidez la de no poder acomodar la realidad y el deseo con la que nunca han podido sentirse cómodos. No puede el poeta sentirse cómo delante de un formulario porque su única fórmula es la no metida ni procesada, la espontaneidad almática.
La rigidez seria de un hombre encorbatado que tras un mostrador, detrás de una ventanilla hace imposible el deseo porque simplemente no se puede, el poder y el querer separados duelen en la piel sensible del viejo animal poético como un arpón envenenado, impregnando del veneno terrible del deseo. El formulario es la negación del ensueño, del instinto, es la muerte del instinto animal y la celebración del método y la mesura. Los políticos, prestidigitadores de la palabra, antiguos sofistas venden apariencia de poder asimilar lo que se quiere con lo que se puede pero todo ello al final de un tortuoso camino de esperas y trabas, de una carrera de vallas rígidas y altivas. En la espera burocrática el poeta muere, pierde el tiempo y siempre hay más arte que tiempo como acabo de leer a Don Miguel de Unamuno.
Por eso ya no podemos ver al poeta en el escaño, en el patio del parlamento porque el tedio insípido, la espera eterna a hacer posible lo deseado va en contra de su propia esencia de fuerza que brinca sin dominio, ni reglas. La ley y los poetas nunca se llevaron bien, la poesía consiste en olvidar todas las reglas.
La espera eterna a hacer posible lo deseado mata su apetito de eternidad perenne, de deseo satisfecho con la irremediable inmediatez de un hambre canina, con la misma inmediatez con la que el viejo tigre del circo de provincias engulle la pieza de carne fresca. El poeta no puede esperar y su deseo tampoco. El funcionario nunca lo comprendió, al funcionario le pagan por esperar y al poeta no le pagan, pero si alguien lo hiciera sería por no esperar al tiempo, sino por matarlo, por desollarlo, por matar todos los relojes, por columpiarse en los instantes, por imponer, para decirlo con Juan Ramón, la eternidad a la vida, por olvidar la espera, por olvidar los recuerdos, por no saber recordar, por olvidar el pasado y el presente, por quemar los formularios y los mañana... Ahora comprendo las estadísticas de homicidios de funcionarios: siempre son poetas los que acaban con ellos: No saben con quién se la juegan.
(publicado en Cuaderno alfacinha)
(publicado en Cuaderno alfacinha)