Como un niño somnoliento 
o un cachorro cualquiera
aquél hombre siempre caminaba
despacio y con los brazos 
levantados.
Abiertos al abrazo del aire
del mundo, del todo, de un río.
Buscaba concienzudo
el abrazo de sosiego, de madre 
mujer.
Buscaba –sin duda-
Agarrarse a las caderas 
de la vida.
